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Sábado Santo, Sábado de Gloria en nuestro pueblo de Pilas, aún cuando quedan en nuestras retinas el último rayo de luz de la candelería reflejada en el bendito rostro de María Santísima de la Soledad, el sonido de la última chicotá y del "ahí queó" hasta el año que viene; aún cuando en Sevilla Cristo pasea por vez primera agarrado a una Cruz entre el bendito sol de la tarde, o crucificado a punto de ser descendido para sentir por última vez el divino abrazo de su dolorida Madre servita, para yacer en su gótica urna dorada al paso del duelo y la Soledad de María, ... en Pilas ya huele de otra manera.
Sábado Santo, Sábado de Gloria en nuestro pueblo de Pilas, aún cuando quedan en nuestras retinas el último rayo de luz de la candelería reflejada en el bendito rostro de María Santísima de la Soledad, el sonido de la última chicotá y del "ahí queó" hasta el año que viene; aún cuando en Sevilla Cristo pasea por vez primera agarrado a una Cruz entre el bendito sol de la tarde, o crucificado a punto de ser descendido para sentir por última vez el divino abrazo de su dolorida Madre servita, para yacer en su gótica urna dorada al paso del duelo y la Soledad de María, ... en Pilas ya huele de otra manera.
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